sábado, 31 de enero de 2015

NUEVOS CONTACTOS, RELACIONES NUEVAS. DEL “BRENDA” Y OTRAS APLICACIONES

NUEVOS CONTACTOS, RELACIONES NUEVAS. DEL “BRENDA” Y OTRAS APLICACIONES



Desde que mi padre vio a mi madre en campos colindantes sembrando trigo y, meses después fue a casa de mi abuelo a pedirle la mano de su hija, hasta que, una servidora, accedió a instalar aplicaciones de “contactos”, han pasado 45 años.

Contactos que crean una vinculación y una nueva manera de relacionarse. Aún recuerdo cuando aparecieron los primeros chats para heterosexuales (siempre primeros) y un hombre perdido en cualquier pueblo perdido de cualquier región del país podía conocer, “ligar” y casarse con una mujer de cualquier lugar perdido del mundo. Aquello que parecía, para las gentes, “antinatural” se ha normalizado y ya no se ven esas caras de perplejidad.

Ahora, mientras descanso en el sofá puedo conversar con personas de millones de lugares, con inquietudes, hobbies multitudinarios y con retratos de lo más variado. Esta sociedad de la comunicación me lo permite, me da el acceso… Mi discurrir tecnológico puede ser intelectual, intrascendente, sexual, superficial, ambivalente, humorístico, relajante…, pero siempre creo que no llegamos a entender que entran en juego dos factores importantes: el bienestar, sí; pero también nuestro sufrimiento.

Una cuestión más, a pesar de la riqueza relacional en la que nos vemos abocados/-as en esta sociedad tecnológica, de un tiempo a esta parte… percibo en las personas que me rodean una revalorización del amor romántico, de la institución familiar en su sentido más tradicional (parejas gais que no practican sexo hasta el matrimonio, parejas lesbianas que hacen presentación oficial a sus respectivas familias, que celebran y consumen “el día de lxs enamoradxs”…) parejas que desarrollan su fantasía de construir su pareja ideal, y curiosamente, simuladamente heterosexual. Parece que los tiempos de mis padres no se hayan quedado tan lejos.

Tejemos redes, redes cibernéticas en una cultura de consumo, que genera productos para el uso inmediato, soluciones rápidas, satisfacciones instantáneas, resultados que no requieran esfuerzos prolongados… Y, por la experiencia en estas aplicaciones no hay un uso inmediato, ni una solución rápida, ni es cierto que no exista un esfuerzo, conversación tras conversación vas eligiendo qué contar y cómo para no crear malos entendidos. Formular la pregunta, esperar la respuesta, recibir la pregunta, debatirse con la respuesta… genera un esfuerzo y no pequeño, de ahí, que sea expresión común entre nosotras, decir: “¿y no es más fácil quedar para tomar un café o una cerveza?”. Pero, una cerveza o un café no generan esa sensación de vértigo, de velocidad a la que nos tienen acostumbradas.

En el transfondo de todo esto, no dejo de tener claro que vivimos en una cultura de masas posmoderna de la que Jonathan Potter, sociólogo norteamericano, señala algunas características: «distorsiones del tiempo y el espacio resultado de las recientes tecnologías de transporte, telecomunicación o transferencia de información» (Coral Herrera, 2010:329). Conceptos como “progreso”, “justicia social” dejan de tener credibilidad para dar paso a “mientras todo esté ordenado, cada uno que se las apañe como pueda”; la gente sale a la calle por un mundial de fútbol, por el inicio de las rebajas… pero no para gritar y defender los derechos humanos. Así que no es de extrañar que en muchos perfiles, aparezca “me gusta el mar, la montaña”, “tengo mascota”, “me gusta viajar y salir de fiesta”… pero no he encontrado ni un perfil que diga: “comprometida con la marea tal o cual”, “activista”; yo misma, desarrollé un perfil real y pensado: “profesora de lengua y literatura, feminista y lesbiana”, algunos de los comentarios han sido: “qué radical, ¿no?,” “¿feminismo?¿eso no es muy arcaico ya?”, “qué pureta, ¿no?”. Lo de “profe”, lo indiqué para evitar las faltas de ortografía, pero ni con esas lo he evitado, cuando yo leí: “solo quiero xeso”, ya podéis imaginar mi cara de asombro y desconcierto. Y, en ese, “mientras todo este ordenado…” consigo también la explicación de todas esas parejas, que desde el primer momento del enamoramiento, desaparecen del mapa social, de las relaciones entre amigos y amigas, del compromiso con la sociedad.

Hubo un momento en el que cometí la osadía de instalarme el “bender” que sabéis, es la aplicación para gais. Por supuesto, no tenía foto, pero me abrumó la cantidad mayor de fotografías de perfil en chicos que en chicas y, sobre todo, la manera tan distinta de entablar una conversación. Aquello, duró un par de horas, porque no estaba tranquila con esa especie de usurpación de identidad. Sus conversaciones son directas, ágiles, rápidas y… con un objetivo claro. Un amigo me comentó que, a veces, no da crédito a las descripciones de perfil. Es para pensar qué está pasando cuando un chico señala: “abastenerse maricas” o una chica: “soy discreta y tolerante, no quiero follones” y no paso a describir las fotos, porque cuando una chicha afirma ser femenina y se presenta en sus fotos con la descripción que todos reconocemos de “camionera” o “motera” o “butch”, sólo me entran ganas de entablar una conversación con ellas y preguntarles ¿por qué?

Cómo un gay prohíbe la conversación a “maricas”, ¿no son lo mismo? ¿Es que el gay está dentro de la sociedad más heteropatriarcal y el marica tiene más pluma?

Cómo una lesbiana es “discreta y tolerante”, ¿a qué se debe esa discreción? ¿a no estar fuera del armario? ¿a no “liarla” y dar explicaciones al resto de la sociedad? No os podéis imaginar la cantidad de chicas que en sus perfiles se han descrito como “normal” o “normalita”, ¿de verdad?


Se trabajó mucho en los años 90 en materia de visibilización, pero percibo en la actualidad, primeros días del 2015, lo que se llama “endoculturización”, que es la decisión de las mujeres de no hacerse notar, de no causar problemas en la sociedad ni preocupaciones a la familia, en definitiva, de volver al ámbito de lo privado. Ya he comentado antes, que las chicas tienen muchas menos fotos de perfil que los chicos, es como si me dijeran: no quiero que me reconozcan, no voy a luchar por la visibilización de los derechos, no voy a protestar contra la desidia de las instituciones ante el SIDA, la violencia de género, la homofobia…

Y, si bien es cierto que desde la Teoría Queer, la invisibilización puede ser una forma de resistencia, ya que no se puede oprimir a quien no se puede identificar. La invisibilidad genera una falta de referentes que dificulta las posibilidades de identificarse y deriva en aislamiento.

Aislamiento que se ve agravado al pensar que las nuevas redes sociales, las aplicaciones de contactos, generan una nueva manera de conocer y salir al mundo real (que en algunos casos, será así); una nueva manera de consolidar relaciones… Relaciones que remiten una vez más al aislamiento, al “mientras mi mundo esté ordenado…” que señalaba al principio.

Aislamiento disfrazado de “puedes contactar con millones de personas”, aislamiento disfrazado de “quedamos, pero que nadie se entere”, aislamiento en una sociedad globalizada y de la comunicación.


BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Coral Herrera (2010), La construcción sociocultural del amor romántico, Madrid, Fundamentos.

Raquel Platero (Coord.) (2008), Lesbianas. Discursos y representaciones, Madrid, Melusina.

Zygmunt Bauman (2003), Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, México, FCE.