NUEVOS CONTACTOS, RELACIONES NUEVAS. DEL “BRENDA” Y OTRAS APLICACIONES
Desde que mi padre vio a mi madre en
campos colindantes sembrando trigo y, meses después fue a casa de mi abuelo a
pedirle la mano de su hija, hasta que, una servidora, accedió a instalar
aplicaciones de “contactos”, han pasado 45 años.
Contactos que crean una vinculación
y una nueva manera de relacionarse. Aún recuerdo cuando aparecieron los
primeros chats para heterosexuales (siempre primeros) y un hombre perdido en
cualquier pueblo perdido de cualquier región del país podía conocer, “ligar” y
casarse con una mujer de cualquier lugar perdido del mundo. Aquello que parecía,
para las gentes, “antinatural” se ha normalizado y ya no se ven esas caras de
perplejidad.
Ahora, mientras descanso en el sofá
puedo conversar con personas de millones de lugares, con inquietudes, hobbies
multitudinarios y con retratos de lo más variado. Esta sociedad de la
comunicación me lo permite, me da el acceso… Mi discurrir tecnológico puede ser
intelectual, intrascendente, sexual, superficial, ambivalente, humorístico,
relajante…, pero siempre creo que no llegamos a entender que entran en juego
dos factores importantes: el bienestar, sí; pero también nuestro sufrimiento.
Una cuestión más, a pesar de la
riqueza relacional en la que nos vemos abocados/-as en esta sociedad
tecnológica, de un tiempo a esta parte… percibo en las personas que me rodean
una revalorización del amor romántico, de la institución familiar en su sentido
más tradicional (parejas gais que no practican sexo hasta el matrimonio,
parejas lesbianas que hacen presentación oficial a sus respectivas familias,
que celebran y consumen “el día de lxs enamoradxs”…) parejas que desarrollan su
fantasía de construir su pareja ideal, y curiosamente, simuladamente
heterosexual. Parece que los tiempos de mis padres no se hayan quedado tan
lejos.
Tejemos redes, redes cibernéticas en
una cultura de consumo, que genera productos para el uso inmediato, soluciones
rápidas, satisfacciones instantáneas, resultados que no requieran esfuerzos
prolongados… Y, por la experiencia en estas aplicaciones no hay un uso
inmediato, ni una solución rápida, ni es cierto que no exista un esfuerzo,
conversación tras conversación vas eligiendo qué contar y cómo para no crear
malos entendidos. Formular la pregunta, esperar la respuesta, recibir la
pregunta, debatirse con la respuesta… genera un esfuerzo y no pequeño, de ahí,
que sea expresión común entre nosotras, decir: “¿y no es más fácil quedar para
tomar un café o una cerveza?”. Pero, una cerveza o un café no generan esa
sensación de vértigo, de velocidad a la que nos tienen acostumbradas.
En el transfondo de todo esto, no
dejo de tener claro que vivimos en una cultura de masas posmoderna de la que
Jonathan Potter, sociólogo norteamericano, señala algunas características:
«distorsiones del tiempo y el espacio resultado de las recientes tecnologías de
transporte, telecomunicación o transferencia de información» (Coral Herrera,
2010:329). Conceptos como “progreso”, “justicia social” dejan de tener
credibilidad para dar paso a “mientras todo esté ordenado, cada uno que se las
apañe como pueda”; la gente sale a la calle por un mundial de fútbol, por el
inicio de las rebajas… pero no para gritar y defender los derechos humanos. Así
que no es de extrañar que en muchos perfiles, aparezca “me gusta el mar, la
montaña”, “tengo mascota”, “me gusta viajar y salir de fiesta”… pero no he
encontrado ni un perfil que diga: “comprometida con la marea tal o cual”,
“activista”; yo misma, desarrollé un perfil real y pensado: “profesora de
lengua y literatura, feminista y lesbiana”, algunos de los comentarios han
sido: “qué radical, ¿no?,” “¿feminismo?¿eso no es muy arcaico ya?”, “qué
pureta, ¿no?”. Lo de “profe”, lo indiqué para evitar las faltas de ortografía,
pero ni con esas lo he evitado, cuando yo leí: “solo quiero xeso”, ya podéis
imaginar mi cara de asombro y desconcierto. Y, en ese, “mientras todo este
ordenado…” consigo también la explicación de todas esas parejas, que desde el
primer momento del enamoramiento, desaparecen del mapa social, de las
relaciones entre amigos y amigas, del compromiso con la sociedad.
Hubo un momento en el que cometí la
osadía de instalarme el “bender” que sabéis, es la aplicación para gais. Por
supuesto, no tenía foto, pero me abrumó la cantidad mayor de fotografías de
perfil en chicos que en chicas y, sobre todo, la manera tan distinta de
entablar una conversación. Aquello, duró un par de horas, porque no estaba
tranquila con esa especie de usurpación de identidad. Sus conversaciones son
directas, ágiles, rápidas y… con un objetivo claro. Un amigo me comentó que, a
veces, no da crédito a las descripciones de perfil. Es para pensar qué está
pasando cuando un chico señala: “abastenerse maricas” o una chica: “soy
discreta y tolerante, no quiero follones” y no paso a describir las fotos,
porque cuando una chicha afirma ser femenina y se presenta en sus fotos con la
descripción que todos reconocemos de “camionera” o “motera” o “butch”, sólo me
entran ganas de entablar una conversación con ellas y preguntarles ¿por qué?
Cómo un gay prohíbe la conversación
a “maricas”, ¿no son lo mismo? ¿Es que el gay está dentro de la sociedad más
heteropatriarcal y el marica tiene más pluma?
Cómo una lesbiana es “discreta y
tolerante”, ¿a qué se debe esa discreción? ¿a no estar fuera del armario? ¿a no
“liarla” y dar explicaciones al resto de la sociedad? No os podéis imaginar la
cantidad de chicas que en sus perfiles se han descrito como “normal” o
“normalita”, ¿de verdad?
Se trabajó mucho en los años 90 en
materia de visibilización, pero percibo en la actualidad, primeros días del
2015, lo que se llama “endoculturización”, que es la decisión de las mujeres de
no hacerse notar, de no causar problemas en la sociedad ni preocupaciones a la
familia, en definitiva, de volver al ámbito de lo privado. Ya he comentado
antes, que las chicas tienen muchas menos fotos de perfil que los chicos, es
como si me dijeran: no quiero que me reconozcan, no voy a luchar por la
visibilización de los derechos, no voy a protestar contra la desidia de las
instituciones ante el SIDA, la violencia de género, la homofobia…
Y, si bien es cierto que desde la
Teoría Queer, la invisibilización puede ser una forma de resistencia, ya que no
se puede oprimir a quien no se puede identificar. La invisibilidad genera una
falta de referentes que dificulta las posibilidades de identificarse y deriva
en aislamiento.
Aislamiento que se ve agravado al
pensar que las nuevas redes sociales, las aplicaciones de contactos, generan
una nueva manera de conocer y salir al mundo real (que en algunos casos, será
así); una nueva manera de consolidar relaciones… Relaciones que remiten una vez
más al aislamiento, al “mientras mi mundo esté ordenado…” que señalaba al
principio.
Aislamiento disfrazado de “puedes
contactar con millones de personas”, aislamiento disfrazado de “quedamos, pero
que nadie se entere”, aislamiento en una sociedad globalizada y de la
comunicación.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Coral Herrera (2010), La construcción sociocultural del amor
romántico, Madrid, Fundamentos.
Raquel Platero (Coord.) (2008), Lesbianas. Discursos y representaciones, Madrid,
Melusina.
Zygmunt Bauman (2003), Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los
vínculos humanos, México, FCE.